29 de enero de 2013

DÉCIMA TERCERA ESCENA

Mientras estaba metido en mis recuerdos, a causa de los días libres que me quedaban, me acordé de una de las peores situaciones a la que me había visto sometido, en una ocasión, por culpa de la buenísima mesera que un día quise conquistar en la primera apuesta que había hecho con Gerard. Se llamaba Claudia y tenía una sonrisa muy coqueta. Ese día yo acababa de llegar con mi amigo al bar donde íbamos cada vez que queríamos compartir alguna de nuestras famosas resacas. Gerard me miró asombrado cuando vio la cara estúpido que le hice a la hembrota y comenzó a burlarse de mi estilo. En ese momento quise competir con él para ganar la apuesta de ver quien podía irse con ella a la cama, y aunque Gerard no podía creer, aceptó, a cambio de poder salir con Anne. Yo en cambio asentí solo por el orgullo que me causaba ganarle a cualquiera de mis amigos y convencerlos de que nunca podrían competir con mis atributos masculinos. Estaba convencido de que Gerard nunca saldría con Anne, pues de mis labios jamás saldría ningún permiso, y tratándose de mis apuesta, él no podría ganarme nunca. Ella se acercó haciendo una cara alegre, yo la había llamado con el pretexto de pedir una nueva cerveza. Ella se acercó, y "sin querer", rocé sus manos con las mías. Se sorprendió. Le dije que se veía muy sexy con la blusita, pero que muy seguramente se vería mejor sin ropa. Gerard intentó romper el hielo que Claudia y yo habíamos roto hace mucho rato. Yo me reí de él y su mediocre manera de conquistar cuando vi que lo seguía intentando, a pesar de que era inminente su derrota; aún así continuaba dando patadas de ahogado. Le dijo a Josefina que yo era un mujeriego y que no me hiciera casi. Ella volvió a reírse, me atreví a invitarla a sentarse conmigo, aún sabiendo que por mi culpa la correrían del trabajo, y para mi fortuna, me explicó que era su día de descanso y que estaba en el bar solo porque quería ayudar a una compañera que le había pedido que la cubriera durante la mañana, y según la hora que era, sus ocupaciones ya terminaban. Entonces, en vista de la nueva libertad de tiempo que tenía, nuestra amiguita quiso retar a Gerard y decidió sentarse a mi lado. Recuperé nuevamente mis energías al recordar las palabras sabias de mi madre cuando me decía que el que pegaba primero podía pegar dos veces. Gerard se puso furioso por su derrota, se despidió muy pronto y me dejó solo con ella. Recuerdo que aquella tarde fue maravillosa; comencé a burlarme del nombre de Claudia y le dije que le presentaría a un amigo al que llamábamos Sheldon, y aunque sospechaba que tenía ese nombre porque pertenecía a una familia nerd, aún así no me importó lo que pudiera pensar y lo tomé a manera de burla. Ella lo entendió igual y gozó mucho conmigo. Hablamos acerca de su vida en el bar, me contó muchas historias de cosas que le ocurrían con sus clientes, las peleas que había visto de un montón de idiotas que se sentían superiores a todos, y finalmente me enteré que era casada y que su esposo era un gordo alcohólico y aburrido al que ya no se le paraba su amigo. Entonces, me contó en forma de secreto lo que ya todos sus compañeros de trabajo sabían, y era que tenía un amante fortuito y flaquito, que poseía dotes impresionantes entre sus piernas. En vista de los gustos que tenía ella, le hablé acerca de mis atributos, y le dije que ya era hora de vivir experiencias nuevas. Me sentí excitado cuando comprendí la complicidad de la situación a la que me enfrentaba. Le propuse que fuéramos a su casa. Nunca había vivido algo parecido, y cuando me imaginé la escena, mi corazón aumentó los latidos por la emoción que se me despertó en el pecho. Así que, luego de haber estado toda la tarde juntos tomando cerveza, nos fuimos caminando hasta su casa. Llegamos. Desde afuera comencé a escuchar algunos extraños ruidos. Me asuste un poco pensando en que de pronto el esposo estuviera esperando para matarme. Entré y comprobé que no había nadie. Suspiré al recordar las palabras de Claudia cuando me dijo que su esposo era taxista y siempre trabajaba de noche. Miré el reloj, ya estaba anocheciendo. El olor nausabundo que sentí cuando entré por poco me hace vomitar. Tenía tres gatos que empezaron a pegárseme como sanguijuelas y un loro histérico y vulgar que me saludó diciendo: -hola puto-. El loro me hizo olvidar los malos olores, subí al cuarto; en ese momento recordé el chiste que un día me había contado Carlos acerca de los amantes que se escondían detrás del clóset, la cama y algunos que habían tenido que tirarse por la ventana. Sentí placer, y mi amigo Sheldon. en ese instante, se despertó; se lo presenté y ella se burló. La agarré por las nalgas, la giré, la empujé hacia la cama y empecé a desnudarla. Sólo recuerdo la excitación que sentí al estar seguro de que me estaba acostando con una mujer casada; y sobre todo, cuando sabía que me enfrentaba al reto de saber que su marido era un ogro que podría matarme. Regreso a la escena, me veo encima de ella, pongo mis ojos en un portarretrato donde aparece con el gordo, me emociono por lo que estoy haciendo, mientras le miro la cara al tipo de la foto, levando uno de mis dedos en ademán de "valemadrismo" y sigo con lo mío. Continúo en mi objetivo. De repente, regreso la mirada hacia el otro lado del cuarto y alcanzo a ver la cara del gordo; pero en persona. Ella grita, yo grito y el monstruo se aproxima corriendo con un bate de béisbol en la mano y el propósto de asesinarme. Brinco por encima de la cama, llego hasta la ventana, me asomo, veo que sólo hay un piso y más vale romperme una pierna que perder la vida, me lanzo, el piel se me dobla pero resiste, me veo corriendo desnudo, el gordo gritándome una serie de insultos que nunca antes había escuchado, luego él se lanza también por la ventana, me persigue. No me importa estar estar desnudo atravesando la calle, sólo siento un terror que me invade porque estoy a punto de perder la vida. Veo un taxi que pasa por la esquina y lo alcanzo corriendo, el taxista se detiene, quiere ayudarme, abre la puerta, me subo y suspiro, y cuando cierro la puerta el gordo me alcanza y me río en su cara detrás del vidrio. El taxista observa la cara del tipo, yo vuelvo a reírme y le agradezco por su apoyo, y de repente... Siento un puñetazo en la cara que me rompe hasta el ama. Descubro que aquel taxista era compañero del gordo, y al verlo en apuros quiso socorrelo. Caigo tendido, y lo único que recuerdo es cuando me despierto a punto de morir desangrado en un hospital barato. El episodio lo había borrado de mi memoria, nunca se lo conté a mis amigos, pues aquel fracaso me hubiera hecho perder la fama de hombre valiente y poderoso, y justamente, lo recuerdo ahora cuando me encuentro incapacitado por la situación que viví por culpa de mi amiga Marie. No se si fue por la sangre que perdió al perder la virginidad conmigo, o mi caída por la ventana, o por el horrible hospital que tuve que visitar luego. El caso es que pasa por mi mente y vuelvo a estremecerme.
   Me río con susto por dentro con las imágenes que veo.
   Continúo metido en mi meditación y recordando, pero llega el momento en que, por culpa de mi soledad obligada por mi estado, me entra la desesperación por sentirme cerca de alguna mujer conocida, e incluso desconocida; como en la noche en que me fui con Claudia, creo que también, que para esta ocasión sé si aquellos recuerdos me lleguen por la inspiración causada por la libreta de mi madre, que con tantos nombres escritos me transportaron al pasado y luego me invitaron a buscar en mi agenda el número de algunas de mis amigas, "que pudieran ayudarme a recuperar mi energía y de paso aliviarme". Abro la primera página del alfabeto, y encuentro a Anne como la primera de la lista; en ese momento vuelan mis recuerdos con gran nostalgia hasta su cuerpo, aunque con un hálito de esperanza a causa de su llamada; luego sigue el nombre de Ángela, trato de buscarla en la memoria y por más intentos que hago no lo recuerdo; saco la conclusión de que quizá la conocí en cualquier bar, en medio de alguna de mis múltiples noches locas de apuestas; luego encuentro a América, ¿será un nombre de mujer o un continente? Me pregunto, pero al final no la ubico dentro de mis pensamientos; paso a la siguiente hoja y encuentro a una Brenda; supongo que será la misma que se encontraba en los apuntes de mi madre, trato de buscarla y antes de quedarme en ese extraño nombre, prefiero seguir adelante, luego alcanzo a leer Barbie, llegan a mi mente escenas del trasvesti que conocí una noche en el bar de David cuando me encontraba en medio de una de mis peores borracheras y recuerdo lo difícil que fue deshacerme de su vista; me estremezco al pensar en que por poco me viola un marica; ¡qué desgracia la mía! me sigo mientras disparo al infinito un suspiro de alivio; sigo pasando las páginas y a medida que avanzo en los nombres de mis enamoradas me desespero, creo que la causa de este sufrimiento fueron las historias macabras que vinieron a mi mente como la lista de homosexuales que en su profesión de bailarines me confundieron con uno de ellos, o las lesbianas que al conocerme quisieron reivindicarse con el mundo y terminaron estrelladas contra mi ego, o las miles de mujeres obsesivas que creyeron que al entregarme su cuerpo, conseguirían el permiso para instalarse en mi vida, entonces me perseguían, me acosaban y al final me invitaban a que saliera de huidas; -¡pobres estúpidas!- me dije suspirando nuevamente. Decido deternerme cuando estoy a punto de entrar a un colapso; avanzo rápidamente las hojas hasta que me detengo en un punto que despierta mi interés: se trata de una lista diferente que se encontraba en las últimas páginas de mi agenda.
   El primer tema decía:
   Amigas de programa completo y seguidamente una lista de nombres; amigas para cenar y otra lista de nombres; Amigas para presentar a mamá y otra lista de nombres, y así sucesivamente, empecé a descubrirlas todas; eran incontables y estoy seguro de que sumaban el total de las mujeres de mi vida; no lo pude creer, acababa de descubrir mi boleto de lotería, la posibilidad de volver a ganas más apuestas con Carlos, Frank, Gerard, David y todos los que quisieran ser parte de ellas; de repente me sentí excitado, emocionado de sólo pensar que tendría la posibilidad de tener sexo con Giza, la amiga de Frank, la ganadora en un día en que habíamos escogido, de entre todas, una reina.
   Empecé a sentir que Dios esta vez era mi aliado, mi cómplice, mi amigo. Levanté con mis manos al Cristo que mi madre había dejado en la mesita de noche de mi cuarto, lo acaricié, lo besé y le disparé: -así es como se hace, mi amigo- lo volví a dejar en su sitio.



Tom es raro con sus recuerdos e.e. Jajaja.


RESPUESTAS A LOS COMENTARIOS DEL CAPÍTULO ANTERIOR: 
Jennifer: Jajaja yo también pensé que era cierto. Tranquila: ya sucederán cosas con (Name). Gracias por comentar. Tú también cuídate ;D.

•Fanny: Gracias por comentar. Aquí esta el capítulo que querías ;D. Tú también cuídate :3. 

Gracias por leer. Cuidaos.
Adiós ;-).  

2 comentarios:

  1. Awwww a me imaginoo a Tom corriendo calato por las calles hahahahaha hasta me emociono *.*

    Pobre el taxista era su amigo haahhaha. Me encanta la fic..
    Siguelaa pronto :D
    bye cuidate

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  2. Oh GENIAL ME ENCANTA DE VERDAD WOOOOW!!!
    SIEMPRE ME QUEDO CON GANAS DE LEER MAS
    SUBE PRONTO
    CUIDATE BYE

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Nos vemos en la siguiente escena.
Gracias :3